Difícilmente Mauricio Macri, el nuevo presidente argentino, podía prever que, a poco más de un año de su elección iba a tener que enfrentar contemporáneamente las críticas de Bergoglio y la imprevisibilidad de la política norteamericana hoy otorgada a Trump. Una posición incómoda la del inquilino de la “Casa Rosada” que se está confrontando con una situación económica y social que está deteriorándose también a causa de las medidas liberales de su gobierno.
Inflación, recesión y desempleo se alimentan recíprocamente provocando consecuencias desastrosas ya experimentadas en ese país. Otro problema igualmente importante lo ocupa el tema de la seguridad, principal eslogan de la coalición del Presidente para poder vencer contra el gobierno de Cristina Kirchner. Hoy este tema se vuelve contraproducente para quien lo había propinado. Episodios de criminalidad ligados en manera particular al mundo del tráfico de la droga son cada día más frecuentes en el país sudamericano.
La determinación neoliberal de Macri se está moviendo a través de caminos consolidados y ya muy recorridos en América Latina por gobiernos conservadores. Liberalizaciones salvajes de lo que queda del patrimonio público, recortes al gasto social, cancelación de los derechos de los trabajadores para reducir el costo laboral, pérdida del poder adquisitivo de salarios y pensiones, miles de despidos en el sector público y privado, aumento frenético del precio de los transportes, de la luz y de los combustibles.
¿Cuáles son los resultados de esta brillante cura? El Pib continua a bajar (confirmando las previsiones del Fondo Monetario Internacional), la producción industrial pierde un significativo 5%, la inflación se disparó a más del 40% (la más alta desde hace 25 años) y las disparidades sociales han crecido enormemente en poquísimo tiempo. Se ha calculado que a fines del tercer trimestre del 2016 el 20% más rico de la población ha acumulado el 40% de la riqueza y el 20% más pobre solo el 4,3%. Y en la esfera macroeconómica emerge clamorosamente el aumento del 26% de la deuda externa que creció en pocos meses.
Un aumento destinado a crecer porque el Ministro de las Finanzas, Luis Caputo, recientemente declaró que es necesario buscar otros 13.000 millones de dólares en el mercado financiero para poder protegerse de la llegada eventual de un dólar fuerte y del posible aumento de las tasas por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos. El proteccionismo económico de Trump, si fuera efectivamente traducido en acciones concretas, produciría un grave daño a los países más endeudados de América Latina. Trump y Macri se conocen desde hace mucho tiempo. Son dos empresarios que ya no confían en la intermediación política y tienden a representar sus propios intereses directamente.
Interpretan sus respectivos roles aparentemente en manera antitética. Declaradamente liberal y partidario de los mercados abiertos el premier argentino. Proteccionista y populista el presidente americano. Pero ambos en defensa de los mismos intereses. Se conocieron en los años ’80. El encuentro no fue feliz.
El padre del líder argentino, Franco Macri, había invertido ingentes sumas de dinero en el sector inmobiliario de Nueva York. Su ingreso en el mundo de la “Gran Manzana” fue bloqueado precisamente por Trump. Y cuando en el ’91 Mauricio Macri fue víctima de un secuestro, el padre declaró públicamente de sospechar del actual presidente de los Estados Unidos al cual precedentemente lo había descripto como un “prepotente”. Nadie se sorprendió, entonces, cuando la Casa Rosada durante la campaña electoral no escondió su simpatía por Hillary Clinton. A causa de uno de los imprevisibles juegos del destino el diario argentino La Nación publica una indiscreción paradojal concerniente la llamada telefónica entre los dos presidentes luego del voto americano. Parece que Trump pidió (¿y obtuvo?) a Macri de desbloquear todos los vínculos y las trabas burocráticas que han impedido hasta el día de hoy la construcción de una de las famosas “torres” de Trump y de sus socios en pleno centro de Buenos Aires.
Se trata de proteccionismo unidireccional. Lo que no fue permitido a Franco Macri será permitido a Trump. Las preocupaciones del ejecutivo argentino a raíz del nuevo ciclo económico americano no son diferentes de aquellas de los demás países de América Latina. Si el Congreso estadounidense apoyará el proteccionismo de su presidente todo el marco de referencia se transformará drásticamente. Con la caída de Dilma Rousseff en Brasil, el cambio político en Argentina y gracias también a las nuevas relaciones con Cuba, Obama había logrado alterar la cohesión de un mercado, aquel latinoamericano, que había vivido un importante y positivo ciclo autónomo, para volverlo a transferir en la esfera de influencia norteamericana.
Ahora todo parece improvisamente transformado. Trump ha ya repetido varias veces que serán canceladas las aperturas de Obama a Cuba, se teme por las relaciones con una Venezuela inestable y en graves dificultades económicas y sociales y por los acuerdos de paz en Colombia con las Farc para los cuales el precedente gobierno americano había ya garantizado 450 millones de dólares.
La misma absurda vergonzosa cuestión del muro fronterizo con México inquieta todo el continente. Porque ésta medida concierne los inmigrantes de un área mucho más amplia que abarca incluso otros países y alarma a causa de los propósitos de transferencia forzada de aproximadamente once millones de inmigrantes que ya residen en los Estados Unidos. Una verdadera deportación humanamente insostenible y con repercusiones económicas desastrosas para los países de origen. Un daño por la pérdida de las remesas de los inmigrantes, por el aumento del desempleo, por las complicaciones ya anunciadas en los intercambios económicos.
Una pregunta que hoy parece ser importante es si el proteccionismo será selectivo o generalizado. Macri teme la poca fiabilidad de Trump por lo que concierne el respeto de las reglas y de los tratados multilaterales. Después del TTP se está preparando para romper también el acuerdo de libre comercio de América del Norte “Nafta” (Usa, Canadá y México). Las medidas de represalia contra México por no querer financiar la construcción del muro pueden ser letales para ese país visto que exporta en los Estados Unidos más de 316.000 millones de dólares de bienes y servicios y posee hasta este momento una balanza comercial en activo. ¿Los aranceles que quiere imponer Trump serán aplicados a todos los países? El proteccionismo producirá ciertamente repercusiones en los mercados financieros rompiendo equilibrios ya precarios a causa de la crisis mundial que hoy golpea también a esta zona.
Se perfila un cambio de las relaciones geopolíticas por razones de supervivencia económica. Si los Estados Unidos se encierran en una especie de fortaleza para transformarse en la “primera” nación, el aliado económico inevitable de los países de América Latina es justamente el enemigo número uno de Trump y de sus sostenedores: China. En realidad China ya está desde hace mucho tiempo presente en esta área. Es el primero o el segundo socio comercial de Brasil, Chile, Perú, Ecuador, Argentina, Bolivia, Uruguay y Paraguay. En los últimos dos años el comercio había registrado una caída del 11% a raíz de las dificultades económicas del gigante asiático.
Hoy Xi Jinping entrevé la posibilidad de ampliar el mercado latinoamericano para tratar de contener los graves efectos del conflicto con Norteamérica. Xi Jinping, luego de la elección de Trump, ha ya encontrado los gobiernos de Ecuador, Perú y Chile y ha concordado importantes obras infraestructurales y en el sector energético. Existe un evidente y frenético activismo. El embajador argentino en China, Diego Aguelar, sin perderse en perífrasis ha afirmado luego del voto americano y luego del resultado del referéndum británico sobre la Brexit que China es el punto de referencia privilegiado. Muchos países latinoamericanos, obviamente, preferirían mantener relaciones económicas positivas con los Estados Unidos porqué este país importa productos manufacturados con una mayor capacidad de ocupación. China, por el contrario, compra materias primas (petróleo, minerales, soja) a precios relativamente bajos. Pero éste es un período en el que se vuelve útil el refrán: “hacer de la necesidad virtud”.
El proteccionismo proclamado por Trump habrá que verificarlo concretamente. Los republicanos del Congreso no tienen una opinión uniforme en materia. Pero los efectos sobre los escenarios económicos y geopolíticos se producen muy rápidamente. Como para Europa esta amenaza tendría que generar decisiones económicas consecuentes y una real unificación política, así también el destino de los países de América Latina tendría que ser aquel, más allá de los conflictos políticos, de la reanimación tempestiva de las formas de colaboración unitaria que habían sido recientemente dejadas de lado. Si desde un punto de vista económico el perfil de los dos empresarios, Macri y Trump, parece diferente o incluso opuesto, los dos convergen en el modelo de sociedad autoritaria. Y una precisa razón existe.
Ambos tienen que pagar “aranceles” a un electorado reaccionario que los ha llevado al poder. Trump ha dado voz a la América más profunda y conservadora y, probablemente, a una clase laboral desorientada por los efectos negativos de la globalización. Macri, además de premiar las clases más altas, ha reanimado la burguesía que en Argentina ha sido, a menudo, cómplice de las trágicas experiencias de la dictadura militar.
Ambos no tuvieron escrúpulos cuando, para obtener consenso, sacrificaron víctimas predestinadas: los inmigrantes y los derechos civiles el primero, los inmigrantes y las asociaciones para la defensa de los derechos humanos, la misma memoria democrática del país, el segundo.
Hoy en Argentina está puesta en acto una campaña que limita fuertemente los espacios democráticos y hacia la cual la Iglesia de Bergoglio está ejercitando una crítica neta y determinada. El gobierno propone de reducir de 16 a 14 años la posibilidad de sancionar quien comete un crimen, ejercita nuevos y oprimentes controles y restricciones contra los inmigrantes y es el protagonista de una violenta represión contra el pueblo Mapuche que defiende sus propios derechos en Patagonia. Cada vez más en el debate público argentino los inmigrantes son asociados a la criminalidad.
Es del todo evidente que las protestas y la denuncia de inhumanidad de Macri sobre la cuestión del muro fronterizo con México pierden credibilidad dejando espacio, en realidad, solamente a la preocupación por las consecuencias de carácter estrechamente económico. La Conferencia Episcopal argentina tampoco acepta la penalización de los menores. Con formidable eficacia hace notar que: “No se puede mirar solo la fotografía del crimen cometido por el menor, sino la película entera de su vida”.
Pero es también toda la política económica de Macri a ser severamente criticada por la misma Conferencia Episcopal que reclama a través de un documento “Una justa redistribución de la renta y un mejoramiento de las condiciones económicas y sociales de las muchas personas que están sufriendo”. Atrapado entre la poca fiabilidad de Trump y el liderazgo incómodo del pontífice argentino, Macri navega en aguas muy agitadas. Sobre todo el País y sobre la entera América Latina se están acumulando fuertes interrogativos a los cuales será necesario, rápidamente, dar respuestas adecuadas y alternativas.

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