[BUENOS AIRES]
Es muy probable que el filósofo napolitano Giambattista Vico nunca hubiese podido imaginar que la confirma más precisa sobre sus teorías acerca de los períodos históricos – “cursos y recursos” – que se repiten cíclicamente habría llegado, siglos después, a través de las desventuras constantes de un País muy lejano, más allá del Océano Atlántico, Argentina. Y si, porque el Estado sudamericano guiado desde hace algunos años por el rico empresario, ex propietario del equipo de fútbol “Boca Júniors”, Mauricio Macri, está de nuevo por colapsar económicamente y se percibe el espectro de un desastre ya vivido, el default del 2001.
La “cura” liberal del nuevo ejecutivo luego del largo ciclo de los gobiernos Kirchner, Néstor y Cristina, ha hecho recaer el País a un paso del abismo. Esta situación ha inducido el presidente a pedir un ingente préstamo, aproximadamente 57 mil millones de dólares, al Fondo Monetario Internacional, la más importante operación financiera autorizada por el board dirigido por Cristine Lagarde. Determinaron este paso la explosión de la deuda pública, la fuerte devaluación de la moneda que junto a una inflación que galopa alrededor del 30% ha destruido el poder adquisitivo de los salarios y de las jubilaciones confinando repentinamente amplios sectores del mundo del trabajo en extrema pobreza. Sin hablar del calo drástico y generalizado de las actividades productivas y del aumento del desempleo. No propiamente “el País maravilloso” que Macri prometía en su campaña electoral.
Esa promesa se transformó en una pesadilla. Indudablemente el ejecutivo del FMI fue persuadido a otorgar ésta inédita y onerosa “ayuda” justamente por el presidente americano Trump, que del Fondo, como bien se sabe, es el mayor accionista. Se habla, efectivamente, de la relación de amistad personal entre los dos presidentes. Pero como es difícil imaginar que un sentimiento tan arduo, la amistad, albergue dentro del corazón de estos dos personajes, es seguramente más probable que hayan prevalecido los intereses económicos y políticos.
En octubre del 2019 en Argentina se vuelve a las urnas y Trump no tiene ningún interés de alimentar un cambio político y de permitir en este País una economía autónoma y alternativa como aquella caracterizada por los gobiernos precedentes. El mismo FMI prefiere tratar con un ejecutivo, el de Macri, dócil y subalterno, que respete los empeños suscritos. Empeños socialmente gravosos e insostenibles, pero que se manifestarán mayormente luego de las elecciones, mientras la parte más consistente del financiamiento será concedido precedentemente. Los gobiernos peronistas de los Kirchner habían abierto un duro conflicto con los vértices del FMI para la renegociación de los criterios pretendidos y habían antepuesto siempre el restablecimiento de las tutelas sociales a los cortes draconianos invocados por los tecnócratas del Fondo.
Mirando un poco más a fondo se puede observar que este préstamo servirá para garantir a los acreedores y a los inversores (en su mayoría americanos) y para la gestión de la campaña electoral de Macri. El incremento de los intereses de la deuda corren el riesgo de ser mucho más superiores del préstamo mismo. Los técnicos del Fondo monetario se expresan con mucha fantasía cuando se trata de describir analíticamente la situación financiera argentina. En el informe en el que autorizan el préstamo utilizan un oxímoron estupefaciente “la deuda es sostenible, pero no con una probabilidad alta”.
De todos modos el FMI sus precauciones ya se las ha tomado. De acuerdo utilizar los fondos para la campaña electoral, pero no se puede disipar el capital invertido. Habrá un control permanente, mensual, semanal y hasta cotidiano de la aplicación del acuerdo con la posibilidad, en todo momento, de modificar las maniobras económicas para garantizar en primer lugar el reembolso a los acreedores y el reembolso de los intereses. El ministerio de la economía ha sido sustituido por el FMI. Macri prometerá que la maniobra del presupuesto será expansiva, pero sus acciones se dirigirán exclusivamente hacia las grandes empresas y, sobretodo, hacia los grandes latifundistas exportadores de maíz y soja.
Efectivamente, solo estos sectores beneficiarán del peso débil ya que el 78% de las empresas no exportan y se mueven en el mercado interno. El acuerdo prevé el presupuesto “en orden” para el 2021 y el Banco Central argentino tiene la posibilidad de introducir 150 millones de dólares a la semana en el mercado financiero si la moneda local, el peso, se escapara de una banda de oscilación que va de los 34 a los 44 en los valores de cambio con el dólar. Esta no es una modalidad nueva del FMI.
Ha ya sido experimentada en los países del este europeo después del ’89. Naturalmente se prevé una drástica reducción del gasto social que se concentrará mayormente luego del voto. Pero ya hoy la situación social es gravísima: los salarios valen la mitad, el costo de los alquileres se duplicó. Casi el 90% de la población argentina no llega a fin de mes. La boletas de luz y gas han tenido aumentos vertiginosos del 400%. El boleto de los medios de transporte crece todos los meses. Existe incluso una fuerte contracción de los consumos culturales en un País donde la lectura, el teatro, el cine estaban entre los niveles más altos del mundo. Pagan la pérdida de trabajo sobretodo las mujeres. Vuelven los mercados del trueque que tanto habían proliferado en el período dramático del default. Se intercambian principalmente alimentos por ropa.
Las protestas sociales empiezan a crecer. Una manifestación en Buenos Aires, el pasado octubre, padeció una dura represión por parte de las fuerzas del orden con macizas violencias, intimidaciones y detenciones de exponentes de los medios de comunicación. Una represión que, según el ex ministro de la economía de Cristina Kirchner, Axel Kicillof, fue utilizada para distraer la atención pública de las partes reservadas y escondidas del acuerdo con el Fondo monetario internacional. Una especie de cortina de humo concentrada en el orden público que ha ocultado las imposiciones rigurosas y oprimentes que tendrá que padecer el pueblo argentino.
Las estimaciones previstas por el análisis de los economistas del Fondo se mueven, efectivamente, desde un – 1,7 de déficit del Pib a un – 6,3 en el 2019. Desde un 32% de inflación a un más real 50% para el próximo año. Y es del todo evidente que con estos datos, después del voto, (aunque ya algo será realizado antes) la política de austeridad producirá un verdadero masacre social. Pero los funcionarios del FMI confían en una baja resistencia social y en el apoyo político de una parte de la actual oposición. De hecho en el Senado este sostén ya ha sido obtenido. Y algunos gobernadores peronistas se declararon a favor del préstamo y de una política de austeridad. En futuro habrá que verificar más en profundidad la apuesta del gobierno sobre el bajo nivel de conflicto social. El carácter de las maniobras deja presagiar otro escenario.
Efectivamente la pruebas generales se han visto con las variadas manifestaciones contra los potentes de la tierra convocados en Buenos Aires para el primer G20 en Latinoamérica. Y es muy fácil prever niveles de combatividad mucho más intensos cuando los recortes en los ámbitos sociales se harán más fuertes. Macri aprovechó de una vidriera internacional importante. Pero más allá de alguna que otra ficticia parodia con Trump este evento fue un verdadero fracaso. Prevaleció el proteccionismo de los americanos que justamente no es lo que el gobierno argentino quería escuchar. Ningún acuerdo sobre el clima, incertidumbre total sobre los aranceles y sobre la política acerca de la inmigración. De global governance ni siquiera la sombra. Cada uno persiguió su propias particulares preocupaciones. Trump fingiendo que se peleaba con Putin y el príncipe saudita por razones de cercado interno. Los chinos obsesionados por la búsqueda de acuerdo con los EE.UU. Los rusos listos para aprovechar de las contradicciones de los demás y escalar las jerarquías geopolíticas. Los italianos (sic) tratando de buscar un acuerdo con la UE mientras en Italia los dioscuros Di Maio y Salvini juraban hasta ayer que nunca habrían cedido para un acuerdo. Y bueno cuando el mercado llama incluso los más “duros” pueden endulzarse. A Macri le quedó la tarea de hacer ver una Buenos Aires “limpia”.
Luego de la figura ridícula a nivel internacional por no saber tener bajo control una final de fútbol ( la copa libertadores se jugará, entre los dos clubes argentinos River y Boca, en Madrid) por razones de incapacidad en el no saber gobernar el orden público, ha preferido tomarse una revancha contra todos los pobres, los sin techo, los mendigos de la capital. Deportados. Barridos como basura para las grandes limpiezas del G20. Hoy, luego del vértice, el gobierno argentino vuelve a concentrarse en los objetivos de su país.
En el centro de la mira se encuentran los salarios, las jubilaciones, la sanidad, los derechos civiles y las políticas de inclusión social conquistadas en los años pasados. Muchos de estos recortes, anunciados, a partir de ahora, denotan el carácter culturalmente reaccionario de éste gobierno: se reducen del 55% los fondos destinados a la prevención de la violencia de género y a los feminicidios, del 18% los fondos destinados a la igualdad de género y aquellos destinados al instituto nacional de la mujer que tutela los derechos en todo el País. Y del presidente que ha afirmado que “la homosexualidad es una enfermedad” no hay que sorprenderse cuando prácticamente cancela gran parte de los fondos para prevenir discriminaciones de todo tipo de orientación sexual y cuando reduce incluso los recursos para enfrentar el Sida y otras enfermedades a transmisión sexual. Y, naturalmente, en perfecta sintonía con la cultura que está prevaleciendo en muchas áreas del mundo, “ahorra” un 30% de los financiamientos destinados para el instituto que contrasta xenofobia y racismo.
En un breve arco de tiempo cambió radicalmente el cuadro político y económico de toda Latinoamérica. La elección de Bolsonaro en Brasil y aquella de Macri, precedentemente, en Argentina han hecho virar a la derecha el barómetro político de esta región. El fuerte liberalismo y la opresión autoritaria en el ámbito democrático y en el ámbito de los derechos civiles parecen ser las abscisas y las coordenadas de una gráfica que quiere imitar el modelo americano de Trump.
Pero las economías de estos países no tienen ni la fuerza ni el peso de la economía americana que Trump, por otra parte, quiere tutelar con un proteccionismo que suena como una amenaza para las devastadas realidades productivas y financieras de Argentina y Brasil. Las primeras palabras de Bolsonaro, luego de su elección, no dejan dudas sobre la directriz de marcha que se quiere emprender.
Para el nuevo presidente brasileño el Mercosur, que tanto había significado para el relanzamiento cooperativo, económico e incluso para la formación de una fuerte identidad de todos los países latinoamericanos, no es estratégico y ha sido relegado a “bloque de relaciones ideológicas”. Macri fue entre los primeros que felicitó al ex militar reclutado para honorar la presidencia de Brasil e inclusive se auguró “una bellísima amistad” entre los dos. Como bien se puede observar el significado de la palabra “amistad” es, entre los máximos protagonistas del nuevo escenario político, sinónimo de entrelazamientos e intereses económico-financieros.
Para Argentina, Brasil es el partner comercial más importante. Desde el 2014 los intercambios han siempre marcado un mayor peso de las importaciones brasileñas. Solo recientemente con la megadevaluación del peso se invirtió la tendencia. Pero es una inversión desventajosa. Los argentinos ya no tienen las posibilidades de comprar productos brasileños y para los brasileños hoy es un poco más conveniente comprar productos argentinos. Pero el volumen total del import-export se contrae. Y tampoco está dicho que los intereses brasileños y argentinos sean destinados a converger.
Si la fuerza deseada por Macri para su estructura liberal necesita de una renovada relación con la Unión Europea, el nuevo ministro de la economía “in pectore” de Bolsonaro, Paulo Guedes, fiel discípulo de la escuela de los Chicago boys y docente universitario en Santiago ( muy respetado por la pasada dictadura militar chilena), prefiere un alineamiento estratégico con los EE.UU. Y en este momento los intereses americanos no coinciden para nada con aquellos europeos. Pero los dos presidentes tienen de todos modos las mismas afinidades culturales y aspiran a obtener los mismos resultados políticos casi con los mismos cínicos métodos.
Bolsonaro ha propuesto el juez que ha condenado el ex presidente Lula, Sergio Moro, como superministro de la Justicia. Es probable que también Macri sería muy satisfecho si pudiera hacer la misma operación con un juez que desalojase el campo en la lucha presidencial de la incómoda presencia de Cristina Kirchner. En estas zonas parece que el conflicto de intereses no está para nada contemplado por el ordenamiento judicial.
Brasil influencia negativamente todo el continente
sostiene con grande preocupación el premio Nobel para la Paz Pérez Esquivel.
El veneno del populismo autoritario está contaminando las frágiles raíces democráticas de Países que han ya conocido la violencia y el abismo profundo de los regímenes dictatoriales.
Controlando los medios de comunicación han descargado la culpa sobre los gobiernos que han producido resultados sociales importantes [continúa Esquivel]. Se está instaurando una nueva democracia de los militares. Una contradicción en términos [prosigue] que canjea una promesa de seguridad incierta por una pérdida de libertad cierta.
En pasado estos dos países eran gobernados por dos mujeres. Ahora hay dos hombres que niegan derechos a las mujeres y a todas las variadas minorías que pueblan estas grandes realidades. Ambos son apoyados por las iglesias evangélicas que siempre han ocupado posiciones conservadoras. Pero las primeras señales de la Iglesia de Papa Francisco van en dirección opuesta.
En Luján, situada en la Pampa argentina, el arzobispo Agustín Radrizzani ha celebrado la misa delante de una imponente manifestación sindical. El gobierno nacional ha inmediatamente protestado. La respuesta de la Iglesia fue la de confirmar siempre su presencia en medio de la gente que sufre. Hay quien dice, a pesar de que el arzobispo ha desmentido, que fue el mismo Pontífice a promover estas tomas de posición. Sería un hecho importante luego de las tantas connivencias por parte del clero con la dictadura militar.
La situación es realmente muy difícil y compleja. Las oposiciones en Argentina y en Brasil han sido derrotadas y divididas. Todo parece perdido. Pero las palabras de José Mujica, el carismático ex presidente de Uruguay, son un ancla a la cual aferrarse cuando el mar está en medio de una tormenta, un antídoto al desaliento y una incitación verdadera:
No hay derrota definitiva ni triunfo definitivo. Debemos aprender de los errores que hemos cometido y… volver a empezar.

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